jueves, 8 de marzo de 2007

ANTE EL 8 DE MARZO

Publicada en LA RAZÓN
Señor director: Vaya por delante que lo que yo más quiero en este mundo son mujeres: mi madre (hoy en el cielo) a quien venero, mi esposa, de la que estoy más enamorado que el día que nos casamos, hace 43 años, tengo tres hijas que me tienen más loco que la tartana de la “chirri”, tengo una nieta que a sus 5 años me tiene con la baba caída, pero si esto fuera poco, la Virgen es mujer y, yo la quiero un montón. Digo esto para que nadie me tache de machista por lo que voy a decir.
El trabajo en el hogar es, sin lugar a dudas el trabajo de mayor proyección social que el ser humano realiza. Se desarrolla entre cuatro paredes, pero según es mi parecer, tiene una enorme influencia en la salud de la sociedad. Cuando una mujer funciona bien como esposa, madre y, amante de su marido, funciona bien la familia y, por supuesto funciona bien, el pequeño mundo que gira a su alrededor, y por tanto influye, y mucho, de manera positiva, en la buena marcha de la sociedad, este discurso, no literalmente pero si en el fondo, lo he debido oír o leer en algún sitio pues, me parece demasiado bueno para que se haya cocido en mi caletre, pero sea como fuere, lo hago mío y con el quiero rendir mi homenaje a la mujer trabajadora.
Mi mujer no ha trabajado fuera de casa, ha criado 5 hijos, los dos varones, licenciados en matemáticas, uno doctor, calificado sobresaliente CUN LAUDE, dos chicas licenciadas en biología, y la pequeña en químicas. Los 5 son personas honradas, trabajadoras, amables y respetuosas con los de más y con el medio ambiente, hasta el extremo de que uno de los chicos cuando era fumador, llevaba una cajita metálica en el bolsillo para echar las colillas en ella y no tirarlas al suelo. De esta educación es responsable mi mujer, pues yo los veía despiertos los fines de semana y no todos; además, durante 5 años ha cuidado de su madre con mal de Alzheimer. Compraba retales, les hacia vestidos a las chicas, camisas y pantalones a los chicos, y tanto las chicas como los chicos, iban siempre muy limpios y elegantes. Las patatas y las legumbres las cocina tan bien, que cada comida es un festín distinto del anterior y, sin embargo mi mujer no es considerada como una mujer trabajadora.
Quiero con estas líneas rendir el homenaje de mi gratitud a mi mujer, y a todas las mujeres que como ella hacen de su vida una permanente entrega de servicio a los demás, y pido que la sociedad benefactora de tanta generosidad, las reconozca como mujeres trabajadoras. Muchas de estas mujeres sacrificaron su vida laboral para cuidar de su marido, de sus hijos y, en muchas ocasiones de sus ancianos padres. Los días que cotizaron no son suficientes según la ley para que se les conceda una pensión cuando llegan a mayores. Reclamo en este día dedicado a las mujeres trabajadoras le sea concedida cuando lleguen a mayores una pensión de las llamadas no contributivas en reconocimiento a la gran contribución que a la sociedad ha aportado con su generosa entrega. Son muchos los que están cobrando esta pensión con menos méritos.
Juan Escribano Valero

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