Esta pequeña historia he tardado en pasarla al bloc por que dado el tema que trata tenia que repasarla varias veces para asegurarme que no escribía nada que pudiera faltar al respeto debido a mis amigos, si a si no ha sido, perdón,
Llegué a la playa el día 27 de junio, los días 28 y 29, a las órdenes de mi mujer colaboré con ella en el arreglo del mi solución habitacional de verano, de modo especial en la colocación de cortinas. El día 30 comenzamos a ir a la playa y como es nuestra costumbre, tempranito, sobre las ocho y media de la mañana, el mismo día 1 de julio nos llamó la atención un señor que rondaría los cuarenta años, de complexión atlética, que más que pasear parecía estar desfilando con la legión, cubría la parte del cuerpo donde la espalda pierde su nombre con un bañador de los llamados de competición, y pienso yo que más de un hombre lo miraría con envidia y, alguna mujer con admiración, y al comparar lo que se adivinaba estar debajo del bañador, con lo que tenia en casa, es seguro que el marido no quedaría bien parado.
El día 3 de julio, llegó un matrimonio con dos chicos, uno sobre los 14 años y el otro entre los 11 y los 12 años, y se instalaron próximo a nosotros, los chicos se pusieron a jugar al beisbol y el padre les avisó “Cuando venga más gente guardáis el bate no sea que le hagáis daño a alguien”. Pues bien, el Gili-tarzán, (así es como he bautizado a nuestro atlético paseante, pero tu lector amigo puedes bautizarlo como más te plazca, en la seguridad de que lo bautizarás con más acierto que yo) vino como en él era habitual, mirada al frente, paso corto y muy enérgico, en ese momento el chaval más joven lanzo una pelota al mayor, este con el fin de pegar más fuerte a la pelota llevó el bate hacia atrás con toda la energía de sus jóvenes años y, el bate, vino a impactar en la entrepierna de Gili-tarzán, el cual, lanzando un rugido de dolor cayo en la arena retorciéndose, acudimos en su socorro regañando a los chavales especialmente el padre de los chicos, de pronto, en el rostro de todos los presentes comenzó a dibujarse una sonrisa que pasó a ser una risa floja para degenerar en risas a carcajada limpia, el caso no era para menos, Gili-tarzán, digo yo que tratando de aliviar el dolor se saco el paquete, y ¡oh sorpresa! El paquete era un cilindro de papel, eso si, muy bien hecho, rematado con papel celo.
Cuando el Gili-tarzán, se hubo repuesto un poco, dos hombres haciendo esfuerzos para contener la risa le ayudaron a levantarse, le acompañaron un buen trecho, hasta que el pobre hombre dijo poder caminar solo.
La madre de los chicos cuando la risa se lo permitió hizo el siguiente comentario, “jamás, ni siquiera con el pensamiento menospreciaré lo que tengo en casa” otra dirigiéndose a su marido le comento “cariño no sientas complejo que lo tuyo no es de papel”
No hemos vuelto a ver a Gili-tarzán.
Su beso
-
Cerré mis ojos en un intento por abandonarme al sueño, sabiendo que
una vez más estaría plagado de su recuerdo, de sus besos, de sus caricias
plasm...
Hace 11 años